Cuentos al Sol

Estos cuentos nacen del contacto con el Sol, la eternidad y el espíritu. Siempre hay uno dedicado a ti.

Nombre: gsdepallens
Ubicación: Arica, Chile

jueves, junio 30, 2005

FIN DE SEMANA - DIARIO DE UN SEPARADO

Viernes
Me alegro tanto cuando llega el fin de semana, al fin mis niños estarán conmigo y podrán descansar de la bruja de su madre. Los voy a llevar a comer helados, muchos helados, comeremos hamburguesas, iremos a la playa, haremos surf, mucho surf, veremos tele hasta tarde, los voy a dejar andar en patineta y no me va a importar que molesten a los vecinos, sobre todo a la histérica de al lado.
Esa pobre debe estar necesitando un buen pedazo de... o mejor una buena paliza, eso se merece la antipática. Que no me pille de malas, porque...
En fin, no quiero ponerme de mal genio. Quiero estar fresquito para recibir a los niños en buena onda. Voy a prender un incienso, para que se vayan con el humo las malas vibras que dejó la madre. Cómo pude casarme con ella, ahora no la encuentro ni linda. ¿Qué le habré visto?
Ya, otra vez la mala onda, no me voy a dejar llevar por nada negativo.
Mis hijos son lo más importante y este fin de semana lo vamos a pasar la raja y nadie se interpondrá, ni siquiera mi amorcito, tan linda ella, mi negrita, mi flaquita, es tan cariñosa, nada que ver con la amargada de mi ex.
Voy a llevar a los niños al cine. ¿Cómo se llamaba la película que querían ver la semana pasada? Cuando lleguen les pregunto. Después iremos a un restaurant, elegante, como dicen ellos y los dejaré comer lo que quieran. Harán lo que quieran todo el fin de semana. Los veo tan poco, una vez a la semana no es nada. Deberían pasar más tiempo conmigo, ojalá las vacaciones las pasen acá, si no, su madre se encargará de amargarles la vida.
Voy a ... teléfono, les habrá pasado algo, voy a ver...

Sábado
Todavía no llegan. La bruja dijo que a las doce y ya es la una y nada. Se supone que es desde el viernes hasta el domingo. Ya me cagó de nuevo esta huevona. Los voy a ir a buscar yo, mejor. Me parece que dijo que estarían en la casa de los abuelos. No me llevo tan mal con ellos. Allá iré.
No pude ir a buscarlos. Antes de salir me llamó la Javi y estaba súper complicada. Tuve que ir a verla. no era para tanto, según yo, pero ella se enreda demasiado. El ex marido la trata pésimo, no se da cuenta que ella es una mujer maravillosa. Fue a buscar a los niños y al llevárselos le gritó que era una puta suelta y no sé qué mas, pobrecita, no se merece eso. Yo la conocí cuando ya llevaba años separada y yo igual estaba separado hace varios meses.

Domingo
Los niños ya no vienen. Cuando me llamaron para que los fuera a buscar, como se demoraban tanto, yo ya me había comprometido con la Javi para ir a comer. Si, ya sé que podríamos haber ido todos juntos, pero la Javita estaba tan triste, que no quise ponerla en situaciones difíciles ni que los niños la vieran así.
El próximo fin de semana será...

UN DIA CUALQUIERA

Amanece y ella despierta ahí, en medio de la tierra, con sus canes, fieles compañeros. El frío no la incomoda, tampoco las miradas. De cerca nadie se atreve a mirar.
El quiltro chico le acerca la bolsa donde está el pan, ella la abre y primero los alimenta a ellos, luego rompe un pedazo de marraqueta y lo mastica con las encías y la muela que le queda.
Ahí mismo, en medio de la tierra, se cambia la ropa. El hedor inunda el lugar.
Coge sus pertenencias y parte rumbo a la playa. Allá se recuesta en la arena y de vez en cuando juega con los perros. En la mañana el agua está helada, pero ellos gozan con las olitas. Ella los mira y se sonríe, se ríe. Es increíblemente feliz con ellos, su familia canina.
Debe tener cerca de cuarenta o cincuenta años. Tiene arrugas de cincuenta pero cuerpo de cuarenta. La calle será...
Mira al cielo y pensará que se acerca la hora de almuerzo, empieza a mendigar.
Camina hasta el centro y entra a un sucucho, lleno de borrachos y putas amargadas, las mira con pena y sonríe triste, moviendo la cabeza a los lados.
Parece tanto más vieja de repente y tan joven otros momentos.
El pelo revuelto, bien corto al menos. Las putas se alejan y los curados la molestan. Ella ignora. Pide una cazuela y saca un montón de monedas para pagar. Las deja sobe el mesón y sorbe la sopa con ganas. Sale rápidamente y le da a los quiltritos la carne y la papa.
Los raquíticos le agradecen meneando la cola y saltando por más. No hay más.
Con otro montón de monedas compra un cigarro suelto y lo enciende con habilidad de fumadora, años fumando.
Se devuelve a su "casa". En este tiempo refresca temprano.
Se instala en la tierra, saca un libro y lo empieza a marcar. Millones de anotaciones, donde ya no caben más.
Un par de niños muy chicos se acerca a los juegos que son su pared, ella refunfuña y los niños se van.
Se tiende a dormir la siesta, los compañeros al lado, pegaditos al cuerpo de la mujer.
Dos, tres horas. Despierta acalambrada y con un estirón queda nueva. Trota alrededor del pasto media hora y parte de nuevo. Esta vez con rumbo a los colegios. Pide monedas y si le dan pan, se enoja, pero lo acepta. Con las monedas compra licor.
Se sienta en la vereda, frente al colegio y mira a los niños. Por sus sucias mejillas caen sin parar negras lágrimas que seca con su manga, con el vestido, con lo que sea. Nadie la ve. A nadie le importa.
Los perros felices, los niños les dan cualquier cosa para comer y ellos saltan de alegría.
Ya en la plaza de vuelta, saca un cuaderno esta vez y cuenta infinidades, bebe sin parar hasta quedarse dormida ahí, en medio de la tierra, para dormir eternamente, ahí, en medio de la tierra.
Nadie la verá, como nunca nadie la vio y los quiltros la acompañarán hasta darse cuenta.

miércoles, junio 29, 2005

UN RATO LIBRE

No tenía mucho qué hacer, la mayor se había ido a un cumpleaños, así que agarré a la chica y la saqué a caminar por la cuadra. Tiene que ejercitarse más, de lo contrario, con lo gorda que es, va a caminar a los dos años. En fin, me arreglé un poco, no supe mucho para qué, pero por si acaso...
La niña, de la manito, no avanzaba nunca, era eterno el camino, se agachaba a recoger cada mugrecita del suelo, las piedritas, las conchitas, los chicles pegados, etc. Era un poco enfermante, la verdad, esta lentitud. Tampoco sabía yo muy bien cuál era mi apuro, pero como hay que tener paciencia...
Entre salvarla de las infecciones estomacales y mi usual pucho, logré llegar a la placita, y ahí estaba él, el más bello ejemplar masculino de los últimos tiempos y yo la muy pájara con la guagua. Bueno, a lo mejor servía como "gancho".
Nos sentamos en el pasto y mi niñita chamullaba de lo lindo, jurando que conversaba, ponía hasta cara de inteligente, pasándome hojitas, tierra, chanchitos y yo le contestaba mirando a medias a ella y a mi derecha.
Pasó un rato y me había olvidado del tipo, mi hija dos estaba realmente entretenida jugando con cada tesoro placístico que encontraba. Llegó también un quiltrito, muy lindo, que le lengüeteó toda la cara, lo que le causó, por suerte, sólo sorpresa.
Ahí me acordé de nuevo y me "compuse". Era realmente regio. Lo único que faltaba era que fuera casado, pero no había anillo en ninguna mano. Capaz que sea gay, con lo estupendo que es... muy probable... ¡Ay! Me miró, no podía creer que toda esa maravilla se fijara en mí. Aunque no necesariamente se estaba "fijando", así como una quiere que se fijen los hombres. De repente pensaba quizá qué ordinariez, o capaz que sólo estuviera mirando a la guagua. ¡Uf! tanto rollo.
Obviamente no se me había ocurrido lo peor, si yo andaba con la guagua, era evidente que estaba casada (claro, evidente para el resto del mundo...) Por lo menos es lo usual, ¿no? Entonces se me ocurrió tomar el cigarro (otra vez había encendido uno) con la mano izquierda, para que viera que no había anillo, si es que miraba, claro. De todas maneras esto era poco fructífero, ya que igual yo "debía" tener pareja, con una guagua tan chica, con mayor razón.
Decidí, por lo tanto, hacer como que tomaba yo la inciativa y le pegué una miradota demasiado decidora, por decir lo menos y... me devolvió una sonrisa, de esas medio chuecas que hacen que una pierda todo... Cerré la boca para no ser tan evidente y me acordé de la guagua, cuando miré, estaba caminando la fresca hacia una pareja de viejitos que estaban comiendo cabritas. La fui a buscar rápidamente, antes que los viejitos le convidaran y me la traje de nuevo al pasto. El tipo debió pensar que nos íbamos, porque se paró junto conmigo casi. Pero cuando me senté de nuevo lo ví parado frente a mí en cosa de segundos... y en cosa de segundos también, se me pensó todo hipso facto, la vergüenza, el arrepentimiento, (en realidad no quería llegar a que me hablara, bastaba con el coqueteo, no estaba lista aún para nada parecido ni de lejos a una relación).Y, ocurrió el milagro, la poderosa razón para poder decirle "chaíto no más", llegó mi hermanito del alma, que perfectamente pasa por marido. Preferí quedar como loca, que mamarme una eventual relación.

PRE-VISION

No sé qué estaba haciendo con la mano dentro de la taza, pero ahí estaba, y me cayó toda el agua hirviendo encima. "¡¡Mierda!!", grité, por supuesto que tenía que gritar "mierda", mínimo, que cosa tan dolorosa, increíble. Se me hincharon los dedos de inmediato, la piel como que se derretía. Era hipnotizante mirar el efecto que puede producir el agua hirviente en la delgada e indefensa piel humana. "¡¡Qué dolor!!"
Había bajado atrasada a hacer los desayunos y, obvio, medio dormida también. Qué estupidez tan grande, meter la mano en la taza y eperar que te caiga el agua, ¿seré imbécil?
Hice la mamadera lo más rápido que pude y corrí a ponerme hipoglós y una venda. Dejé el resto todo a medias. Pensé, a pesar del horroroso dolor, que lo más inteligente sería ir al hospital. Claro, no tenía opción, sin previsión médica alguna, cero pesos. Esperé, entonces que llegara el furgón, se llevara a la cría de mis entrañas, mientras le pasaba casi por encima de la pandereta la guagua a la vecina y me fui al hospital, caminando, porque no tenía plata para la micro.
"Es bien lejos la porquería", pensaba yo en el camino, tratando de poner la mano en todas las posiciones imaginables para que no doliera tanto.
Por lo menos era la mano izquierda, así es que pude fumarme un cigarrito tranquilizador, antes de llegar. Cuando estuve ahí, pobre ignorante, pregunté en informaciones dónde me podrían atender la quemadura. "En Urgencia, pues". Me ladró una mujerota, que por lo menos tuvo la "delicadeza" de mostrarme con un gesto de la mano la dirección. Fui, ya casi llorando, de pena por el trato y de dolor por la mano, y me acerqué a la ventanita. Había un guardia, raro si se piensa que debería haber una persona por lo menos vestida de blanco, por lo menos... "Señor, me quemé la mano, ¿me pueden atender aquí?" "Previsión", dijo el uniformado, en tono de nada, con expresión de nada. Menos mal que tenía un poco de experiencia en estas cosas y pude entender a qué se refería, porque la primera vez que me preguntaron eso pensé que había que ir a un lugar que se llamaba "PREVISION".
No puedo negar que me dieron ganas de decirle: "No, jetón, si tuviera PRE-Visión no estaría aquí, pero como no tengo previsión, tengo que estar aquí". Pero lo más probable es que no hubiera entendido el juego de palabras.
Ylamanomedolíamedolíamuchoooooo
En fin, me dijo que esperara y esperé, sentadita en un rincón. Esperé, paradita más allá. Esperé, afuerita y aburrida, esperé, esperé, fumando espero...
Ylamanomedolíamedolíamuchooooooo
Entre tanto, miraba la hora. Ya luego llegaría la cría número uno del colegio y la vecina tendría que ir a dejar a la suya al jardín.
"¡Mierda!"
De repente, llegó la ambulancia con un herido grave, parece que por un balazo. Lo metieron rápidamente y yo seguí quedando en el olvido. Me saqué la venda y miré los dedos, ya no estaban tan hinchados. "Esto no es un balazo", pensé, haciéndome la valiente y emprendí la vuelta a casa. Total, seré pobre, pero tengo harto Hipoglós.

martes, junio 28, 2005

ESTO NO ES CUENTO

ESTE CUENTO HA TENIDO QUE SALIR VOLANDO DE AQUÍ, ME AUTO-CENSURÉ.

EN BICICLETA

Me desperté con un riudo insoportable. Ya habían empezado otra vez a trabajar los maestros de al lado. A las 8:00 en punto, los muy desgraciados. Por qué no se apuraron antes en vez de andar corriendo ahora para terminar la casa luego. En fin, no quedaba otra, ya no se podía dormir, decidí levantarme y dar un paseo en bicicleta. El día estaba muy agradable y no tenía nada qué hacer antes de irme a la oficina.
Puse en una mochila el uniforme del banco, los zapatitos de señorita pituca, las medias y me dí una rica ducha, lejana mi mente de las atrocidades que me esperaban.
Me vestí con un buzo rasquiento y zapatillas rotas, ya que sabía que el polvo de este lugar dejaría en paupérrimo estado las nuevas, me tomé una leche con toda la calma del mundo y tomé la bici para enfrentarme al día, mochila al hombro.
Subí un cerro que hace tiempo tenía ganas, no lo conocía, sólo de lejos. Es maravilloso, están ahí la mayoría de especies arboríferas de la zona. Los pájaros hacían fiesta al Sol, los pumas pretendían no ser vistos y, al llegar a la cima (no me costó tanto como me habían advertido), el río, azul, con el Cielo dándose un baño matutino, lleno de gracia y esplendor.LLegué de vuelta abajo y recordé que tenía que irme a trabajar. Eran las 11:00 y yo entraba ese día a la 1:00, así es que aún tenía un par de horas, pero, como ya no había mucho que hacer en tan poco tiempo, decidí ir a mirar, mirar no más, el florero del que me había enamorado el día anterior. Llegué a la tienda en menos de media hora y la siguiente media la dediqué a pensar si lo compraba o no. Andaba sin plata, todavía no me pagaban, pero podía pagar con tarjeta...
Lo compré, sin pensar que andaba en la bicicleta, con la mochila y las dos manos ocupadas en el "manubrio". La señora de la tienda fue súper amable y me lo envolvió hartas veces en diarios y lo guardó en una bolsa. Era harto carito como para que se me quebrara sin haberlo estrenado, por lo menos.
Lo colgué cortito en la bicicleta y me fui al banco, ya me quedaba poco rato, aunque suficiente para no correr.
Estaba muy feliz con mi compra, el florero era hermoso, pintado a mano por la misma dueña del negocio, la señora Cata, tan dulce siempre ella. Yo ya era su casera, prácticamente. Desde que arrendé la casa en que vivo, le he comprado montones de cosas para adornar mi hogar. Soy tan cachurera como despilfarradora. Lo más seguro es que muchas de las cosas que le había comprado a la señora Cata, en un tiempo las regale a alguna amiga pedigüeña.
Absorta en las profundas reflexiones que despertaba mi florero nuevo, no me dí cuenta que venía un jetón en su auto en contra del sentido del tráfico y crucé muy feliz.
Lo único que alcancé a ver fue el florero volando por el cielo, iba justo a estrellarse en una ventana. Apenas me había dado cuenta que estaba toda golpeada y adolorida y traté de correr para alcanzar el jarrón, pero no pude.
Se bajó el conductor, pelotudo él, y me ha empezado a gritonear, como que yo tuviera toda la culpa.
"Imbécil", le dije, "párame, por lo menos y después discutimos".
Y él, tan fresco, como que siguiera siendo yo la culpable del asesinato del jarrón, me dice "párate, po'".
Me paré como pude, le encargué la bicicleta a la señora Cata, tomé mi pobre mochila, toda apachurrada y me subí a su auto. Así de picante como andaba yo, el cuico atropellador debe haber pensado que era una rotosa cualquiera y me siguió retando y trataba de sacarme del auto.
"Llévame a la clínica más cercana, por favor. Ten siquiera un gesto decente, roto emergente (porque ahora no existen los rotos con plata, se les debe decir emergentes).
"Te llevo, pero hasta ahí no más llegamos y se acaba la pesadilla de haberme topado contigo, cabra pajarona".
Pensaba yo cómo este huevón podía ser tan cara dura de seguir creyendo que yo tenía la culpa. Era él quien venía en sentido contrario, a todo chancho y pajareando, con la música demasiado fuerte, según yo, para poder manejar concentrado.
No sabía cómo hacer para que me acompañara dentro de la clínica y no se librara tan fácilmente de su error.
"¡Ay, mi florero nuevo!"
Por suerte, había un paco justo en la entrada de Urgencia, bajé el vidrio del auto y le dije: "Disculpe, el señor que me trae me acaba de atr..."
No alcancé a más, el troglodita me cerró el vidrio con el automático y el paco se quedó con cara de no entender nada, pero parece que sus preocupaciones eran mayores, así es que no me dio mayor bola y siguió su camino.
Otra vez el reto y yo con una cara de sorprendida, lo miré y ahora, más que indignada, le grité de una vez que él era el que venía mal, al revés, manejando muy fuerte ("rápido", me corrigiól), sí, rápido y con la música fuerte ("alta", dijo"). Y más encima, se quebró el jarrón, que me había costado veinticinco lucas. Un jarrón único. Poco le importó al papanatas. Al final, gracias a mi pseudo amenaza con el paco, me acompañó a la ventanita de la mujer de la urgencia y le dijo que yo había sufrido un accidente y qué él, como ciudadano honorable, no podía dejarme tirada.
"Plop".
Mientras esperábamos que me atendieran me preguntó que como que él tenía la culpa si esa calle era de ambos sentidos. "Sí, hasta hace dos meses". Le dije, tratando que se notara la sorna en mi voz.
Bueno, parece que ninguno de los dos era "TAN" culpable. Cuando me llamaron, se fue sin decirme ni chao, pero me miró esperando que yo le diera las gracias. Antes de agradecerle, pensé si se lo merecía o no. Perfectamente, él podría haber seguido de largo, sin embargo, se bajó del auto y, aunque me retó todo el tiempo, igual esperó hasta que me atendieran.
¡Ah! Y además, me prestó el celular para llamar al banco.
Pasaron los días, recuperé mi bicicleta. La señora Cata estaba muy preocupada, tan dulce siempre ella.
Cuando volví a trabajar (no me pasó nada grave, sólo me mandaron a descansar unos días), al llegar a la casa, el guardia me entregó un paquete y dijo que lo había dejado un señor, sin decir nombre ni nada.
¡¡Sorpresa grande cuando abrí el paquete y me encontré con el hermosísimo florero pintado a mano por la propia señora Cata!!
Dentro del envoltorio, que casi boté con todo, había un pequeño mensaje.
"Perdóname, el jarrón salió ileso. Llámame, cabra pajarona".
Firmaba como Felipe.
Así que se llamaba Felipe. ¿Lo llamaré o no?

PELOTON

Ahí estaban los soldados, esperándome, como me lo temía. La noche anterior no había dormido bien, me lo pasé de desvelo en desvelo, de susto en susto, cada pesadilla más fiera que la anterior... y ahora el pelotón, esperándome. Calladitos, los valientes soldados, siempre listos al servicio, preparados para todo, sin importar lo que venga encima, ahí estarán, dispuestos a cualquier inclemencia.
Todos ordenaditos, cada cual con su casco, cada cual con su armadura, ahí me esperaban listos a que yo entrara en acción y los atacara, pero no sería todavía, los haría esperar...
Tenía mucho que hacer antes de entrar a la cruenta batalla, de la que seguro saldría exhausta, inánime casi.
Todos correctamente uniformados, cual hormigas en verano.
Ya, ahora sí, era tiempo de enfrentarme al ejército, me apareció una fuerza que no me conocía y los tomé por sopresa, los desarmé a todos, uno por uno con rapidez y eficacia, como sumida en un sopor de trabajo. Cuando salí de este sopor, al que había entrado sin notarlo, me dí cuenta que ya estaban ahí todos listos otra vez, para la próxima batalla, el ejército infalible, pero la diferencia es que ahora estaban impecables, había ya lavado el completo ejército de mamaderas.

IMPOTENTE

Era la tercera vez que postulaba a un trabajo, buscaban a una secretaria con aptitudes "para trabajar en altura". Debía estar a las 8:00 de la mañana (obvio), en la oficina del consultor.
Muy orgullosa de haber calificado para la entrevista, me fui bien arregladita y con tiempo de sobra para caminar hasta el lugar, feliz yo de tener un eventual trabajo para poder mantenerme sola. La separación me había dejado, prácticamente, en la ruina.
Dejé a mi pequeño retoño en su sala cuna y partí...
Al llegar, me encontré con un montón de mujeres esperando y entregando sus datos. Una de ellas, ante mi expresión de asombro, me dijo que había que dar el nombre para que te atiendan por orden de llegada. Más tarde, la misma me contó que se había enterado que no era selectivo, sino que llamaban a todas las que habían entregado el currículum.
Entregué mis datos y me senté a esperar junto a esta "amable". Conversamos un rato acerca del puesto. Estaba harto más informada que yo, por cierto, sin embargo, no me ofendí al pasar por ignorante, y le pregunté lo que más pude para llegar a la entrevista más actualizada.
Pasada una hora de conversación, salió una niña muy joven llorando y gritando que la habían tratado mal, corriendo hacia la calle.
Yo, tan chora que soy, pensé que si a mí me llegaban a decir algo pesado u ofensivo no me iría tan tranquila, primero le diría al entrevistador unas cuantas cosas, pero a mí nadie me trataba mal, qué se creen, que porque una es cesante y pobre la tienen que basurear... No, yo no dejaría impune un acto tan desgraciado.
La oficina era asquerosa, horrible, vieja. Se trataba de un humilde pasillo, bastante a mal traer, y cuatro puertas, dos para cada “distrito”, como habían puesto en unos cartelitos escritos a mano en las puertas y otras dos para unas especies de bodegas, una para cada distrito.
Me empecé a aburrir y salí a fumarme un cigarro, la amable no quiso ir conmigo, ella había llegado antes que yo y le podía tocar ya. Afuera escuché todo tipo de comentarios, tales como que van a dejar a la que tenga más cara de india para que los turistas, cuando visiten el lugar, crean que acá se considera mucho a los aymaras, o que van a seleccionar a la más joven para pagarle menos, no importa la experiencia, en fin, tonteras de ese tipo, que naaaaaaaaaaaaada tienen que ver con la idiosincracia de los jefes chilenos...
No faltó la que no puede dejar al pierno en casa y ahí estaba, sentada encima de él y acarameladitos, y eso que ya no era tan temprano, como para decir, por lo menos, que era por el frío. Se me acabó el cigarro y entré para ver en qué número iban, Todavía me faltaban 15, ¡mierda! Toda la mañana perdida, cuando podría estar haciendo algo más útil o entretenido. Ya eran cerca de las 11:00. Más encima, estos giles no encontraron nada mejor que dejar pasar primero a tres “niñitas” que, aunque habían llegado tarde, le rogaron al viejo que las dejara entrar primero porque tenían que volver a sus trabajos. O sea, además, se le da prioridad, para encontrar pega, a las que ya la tienen, noooo, si este país brilla por la genialidad.
Partí a comprarme una cocacola, me moría de sed y en esta humedad espantosa, me transpiraba hasta el poco cerebro que me iba quedando.
En el camino, muy corto, porque no quería alejarme tanto tampoco, me encontré con un perrito vago. Acá en todo caso, no sobran tantos como en Santiago, allá si que era vergonzoso ver la cantidad de perros vagos que abundaban en las calles. Este era tan simpático, un quiltro bien feo, pero chiquito y se veía tan amoroso, que no pude evitar acercarme y hacerle cariñito en la cabeza...
Me mordió el perro maricón. Me levanté gritando pa’dentro y mirando para todos lados con cara de pava, implorando que nadie me hubiera visto. El perro no se iba y yo me asusté, me moví un poco y el huevón me siguió gruñendo. Pero no por culpa del quiltro me iba a quedar sin la cocacola. Llegué al quiosco y la señora me preguntó qué me había pasado en la mano. Yo no lo noté, pero tenía sangre y mugre. Ella me pasó una toallita húmeda y con eso me limpié, no era para tanto. Ahora, tendría que andar con olor a poto de guagua en la mano.
Volví al lugar de la entrevista y ya faltaban cinco solamente para que llegara mi turno. Las cuatro siguientes salieron volando, como que ya se les había pasado la hora a los entrevistadores, entonces, por pinta, estaban desechando.
Gritaron mi nombre, mal, por supuesto y entré medio desaliñada ya gracias a la espera y el perrito, lindo él.
Después de los saludos de rigor, me pidieron (eran como seis o siete tipos) que hiciera una carta de tales y tales características.
La hice, demostrando mi absoluto dominio sobre el PC, la imprimí y se la entregué, no a quien debía (qué sabía yo quién era el más importante) y éste se la entregó a Nº1.
- Si, excelente, - dijo el gordito – pero le falta la “referencia”.
¡Ah no! Viejo pelotudo que se creía haberme hecho esperar más de tres horas para esto cree que esta pega es muy importante es el picante jefe de una oficinucha ni siquiera en el centro qué sabe él de protocolo con esa pinta de roteque...
Eso quise decirle, mas me levante como una dama, digna hasta la muerte y disparé, dibujada en mi cara la más encantadora de las sonrisas, un simpático “gracias, adiós”.

YA NADIE SE ACUERDA

Ya nadie se acuerda, la dejaron en su cama, calentita, según ellos, cómoda, creían, con el gato, reían.
Y partieron, cada uno más lejos que el otro, cada una más libre que la otra, a la capital, al extranjero, más allá de la Cordillera, al otro lado del mar, al otro extremo del mundo.
Y quedó ella en su cama fría, vacía, solo el gato la abrigaba.
Se enfermó, no supo dónde avisarle a los hijos, a las hijas, tantos ellos y ninguno aquí.
Teniendo la cabeza buena es fácil, se marca el número de un radio taxi y el chofer te ayuda con la silla de ruedas, a veces tienen paciencia. En el consultorio los practicantes ayudan a bajar y luego el enfermero llama un radio taxi para la vuelta.
Las canas bien teñidas, las cejas perfectamente delineadas, los labios rojos, que no se piense que es descuidada.
Qué lindo tu hijo, me dice.
Es niña, le digo.
Qué bueno, porque con esos "bucles"...
"Bucles", pienso... No sé ni cómo se escribe, así será, creo yo. Debe andar cerca de los ochenta y cinco, o noventa. Qué palabra tan vieja. Ella es toda antigua.
No sale por si la llaman los hijos, las hijas, los nietos, treinta y cuatro nietos, quince bisnietos y si Dios le da más de siete meses, podrá ver al tataranieto que viene en camino, eso, si se acuerdan...
Ya nadie se acuerda, ninguno se acuerda de los desvelos que pasó, de la prematura viudez, de las reuniones de colegio, de los queques el domingo, de los cuentos inventados, no leídos, cada noche, cama por cama, del consuelo entre sus rodillas, del hombro reconfortante, de la manito en la cabeza, del no importa mijito, yo lo arreglo...
Ya nadie se acuerda de las pesadillas, lo rico qué era llegar a su cama, tan grande que cabían todos...
Se olvidaron del número tal vez, están muy ocupados, pobrecitos, trabajan taaaaaaaanto...
Mañana a las nueve, le dice el médico, no se olvide."Ay, doctor, no, yo no me olvido."

EN LA VENTANA

Otra vez viene esta vieja de mierda. Es necesaria, dice mi marido. Y yo, desde la ventana, le ordeno lo que hay que hacer. No me hace caso y me ataca con preguntas, con consejos que nadie le ha pedido, con supersticiones de vieja imbécil. Me molesta, me carga, la detesto.
Que no me agache porque la guagua va a nacer con joroba, que si me resfrío la guagua se resfría adentro y puede ahogarse y nacer muerta, si uso cloro, la guagua se intoxica, si me tiño el pelo, la guagua nacerá con deformidades, si fumo, la guagua nace con bronquitis, con asma, que no limpie el water para que la guagua no nazca con no sé qué otro invento huevón. Si la guata es redonda es mujer y si es plana es hombre, o al revés, qué mierda sé yo, vieja bruta. Cómo puede pensar semejantes idioteces y creérselas todas y, más encima, transmitirlas.
Desde la ventana la miro cómo barre y me echa el polvo, como a propósito, pienso. Si pudiera moverme...
Si pudiera moverme la agarraría por el cogote y la asfixio rápidamente, la vieja es chica y en una bolsa de basura cabría bien, pero no, no puedo matar a alguien, por muy esta vieja de mierda que sea.
Aunque el camión pasa luego. Afuera hay una caja grande, enorme, donde venía la cuna, pero eso es muy complicado, apenas puedo hacer fuerza...
Ahora la vieja va a hacer el baño, ojalá me hubiera acordado que venía hoy para dejárselo bien sucio.
Si no fuera por lo intrusa que es, no la odiaría tanto. Si no fuera por las estupideces que me dice, capaz que hasta la quisiera. Hace bien el aseo, por lo menos. Si yo pudiera moverme...
Desde la ventana la veo en la escalera. Ya va a subir. Buscará la aspiradora y la empezará a pasar desde arriba de la escala hasta abajo. Tres pisos. Y... si la empujo por la escalera? No, capaz que quede viva y después me acusa... Se supone que no me deberían pillar. Pero igual, no podría hecerle nada. Antes que nada ella es persona, por muy ignorante que sea la vieja de mierda.
Cómo no se da cuenta que me molesta. Ya le dije que no me gustan esas cosas, que no soy supersticiosa, que no me diga tonteras, pero la tonta es ella, no entiende, sigue y sigue con sus huevadas.
Desde la ventana veo que se me acerca, me quita el libro y me dice que no lea tanto porque sino la guagua va a nacer sugestionda. ¡De qué!, le pregunto, ay, quizá qué es lo que está leyendo, pues señora... ahora ya nadie lee esas novelas románticas, capaz que la guagua salga igual a usted y le dé por estudiar y trabajar en vez de atender al marido. Vieja maldita. Ahora si que me enfermó, ahora si que me colmó la paciencia, poca que tengo, en todo caso y más con este embarazo complicado.
Desde la ventana, sin moverme, la tiro al patio. Se empinó para sacudir el marco y la empujé. Son seis pisos. Nadie lo va a saber. Y ya no me volverá a molestar. Adiós, vieja de mierda.

LA VOYEUR

Llegué a mi casa agotada. Había trabajado todo el santo día, tuve que verle la cara a miles de personas y ninguna agradable, puras caras aburridas, enfermas, dolientes, magulladas, agonizantes.
Debí saber que la enfermería sería así. Debí adivinarlo, como debí adivinar lo que pasaría esa noche.
Herví una salchicha y la puse en la mitad de una marraqueta con harta mayonesa y tomate. Estaba empezando a comer este singular choripan con un vaso de leche y me preparaba a acostarme cuando ví en la ventana de al lado a mi vecino mirándose al espejo.
El es muy guapo, tiene un cuerpo espectacular, cero guata, brazos musculosos, pero no en exceso, tal como me gusta. Es soltero también, igual que yo, entonces empecé a pasarme gran cantidad de películas con el vecinito, total no tiene nada de malo soñar un poco. Sería tan rico descansar en esos brazos después de hacer el amor y darle muchos besos a esa boquita tan rica...
Eso pensaba yo, mirándolo mirarse. El no se daba cuenta estaba muy pendiente de saber cómo se veía para preocuparse de si había dejado la cortina abierta o no. Yo rogaba que no la cerrara para olvidarme de tanto huevón feo que había visto en el día. Viejos guatones, viejas hediondas, bocas malolientes, niños moquillentos, puaj! De todo...
De repente, el vecino se sacó la ropa, lentamente, mirándose al espejo, increíble, nunca había visto a un hombre tan vanidoso. Se tocaba, se contorsionaba. No alcanzaba a escuchar música, pero parecía que bailaba.
¡Ah, mierda! Se estaba masturbando, y cada expresión de su boca era taaaaaaaaan decidora.
Pero había algo raro. Daba la impresión de estar bailando para alguien, mientras se masturbaba. O a lo mejor era bailarín de cabaret y estaba ensayando. De más, yo nunca había conversado con él y no tenía idea de lo que hacía. Y con ese cuerpo, claro que podía. Sin dejar de lado que tenía cara de calentón también. Aunque yo no debía ser de su gusto, ya que apenas me saludaba.
Pensé que no debía seguir mirando. Aunque rico, igual era un poco asqueroso... Dejé de mirar por un segundo y no pude seguir comiéndome mi pseudo "hot dog", por razones obvias. Y la leche... bueno, supondrán lo que pasó: me quedé sin comer... Tal vez más tarde me tome una cerveza.
A pesar de hacerme la cartucha, volví a mirar y ... no!!!! Esto sí que era sorpresivo y desilusionante para mí. No estaba solo, una sombra se acercó desde la cama hasta tomarlo por la cintura. Luego se alejó. Esto sí que no lo iba a ver, una pareja dándose no era lo que yo esperaba para el descanso de mis ojos justamente esta noche...
Me levanté y me puse pijama, prendí la tele y no había nada bueno, la apagué.
Y el bichito quedó, no lo podía soportar. Tuve que volver a mirar... ¡Ay, qué sucia me sentía!Cuando me asomé nuevamente, ví algo que jamás había visto y creo que por más que trate nunca se me olvidará. Puede que yo haya sabido de muchas cosas raras, visto incluso una que otra locura por ahí, en revistas, en películas, pero así, en vivo y en directo, nunca...
El mino regio, mi estupendo vecino, el sueño erótico de cada mujer de esta cuadra, estaba usando un sostén y siendo penetrado por otro tremendo tipo.