Cuentos al Sol

Estos cuentos nacen del contacto con el Sol, la eternidad y el espíritu. Siempre hay uno dedicado a ti.

Nombre: gsdepallens
Ubicación: Arica, Chile

jueves, septiembre 29, 2005

DE PASEO

Llegamos felices a los pies del cerro, estacionamos las bicicletas en la reja acostumbrada y nos preparábamos a subir cuando la Cata se acordó del bloqueador. Como dijo que se demoraría diez o quince minutos, la esperé sentada en el suelo tomándome el agua que después me haría falta.
Se fue en la bicicleta pedaleando como alma que lleva el diablo. Me empecé a imaginar que se caía, o que la atropelalban, qué se yo, puras tonteras, era demasiado rápido cómo iba y me asusté, pero me puse el firme propósito de serenarme y esperar en calma. Venían llegando unos tipos muertos de risa de algo que les había pasado abajo. Andaban voladísimos y tan temprano. Se me acercaron y me preguntaron si yo era la Maluchi. inmediatamente, pensé que algo le había pasado a la Cata y me paré y les pregunté. Me dijeron que sí, que ella decía que no me asustara, pero que la habían atropellado, que el tipo se arrancó y que por favor bajara a ayudarla. Tomé la bicicleta tiritando de nervios y bajé lo más rápido posible, pero no la encontré en todo el camino. Seguí hasta la casa de ella y le dije a la tía lo que había pasado. No tenía idea, y salimos las dos a buscarla en el auto de la tía. En eso viene la muy fresca, feliz y cagada de la risa con los volados del cerro.
"¡Te la creíste, amiga, pobrecita!"
Me bajé del auto sin darme cuenta que venía un tremendo camión por mi lado y voló la puerta, a mí y a mi amiga.

SIN APURO



Al fin había llegado, la tenía esperando horas. Qué se creía el desgraciado, sin avisarle y más encima jactándose de sus aventuritas. No se atrevía ni a reclamarle, si lo hacía, el combo en la espalda o en el estómago, era inevitable. Ahí, de maricón, donde no se notara, donde nadie lo viera. Una vez le pegó en la cara y la tuvo que dejar encerrada toda la semana, los niños donde la madre.
Se levantó la pobre torpe a buscar la cartera y él le pregunta dónde va. "A la casa de la Ceci, contigo, pues..."
Que él no va donde esa guatona de mierda, que es una conventillera, que le mete cosas en la cabeza (como que ella no pudiera pensar por sí misma), que quiere acostarse, que está muy cansado, que él trabaja, no está todo el día hueviando en la casa...
Entonces, la pobre torpe, se resigna y devuelve la cartera al closet, se saca los zapatos y se mira al espejo. Que no se le note la pena, la rabia, la impotencia, la intención...
"No importa, mi amor, cuando tengas ganas vamos. No hay apuro."
Le sirve la comida y le ofrece un "bajativo", segura que él aceptará, así es más seguro, más rápido... pero no hay apuro...
Mañana será otro día.

Amanece con el sol brillando, los pajaritos cantan, el invierno se convirtió en primavera. Se mira al espejo, que no se note... tanta felicidad...
"Niños, el papá tuvo un problema y va a tener que viajar muy lejos, pero dijo que los quería mucho y que no se olviden de él."
Junto con la basura, se va el frasquito, el vidrio molido
y ningún resquicio.

martes, septiembre 27, 2005

MALA SUERTE

"Hoy es un buen día para empezar", cree el pobre imbécil. No se dio cuenta que se levantó con el pie izquierdo. Como no se baña, pero si se lava la cara, al abrir la llave se rompió la cañería y le quedó empapado el pijama. "La suertecita", se dijo, menos mal que no estaba vestido todavía.

Salió bien emperifolladito, pensando que, aunque no esté bien lo que pretende hacer, es la única manera de tener plata.

Se asegura de tener bien puesta la chaqueta enrollada en el brazo. A pesar de ser verano, no cree que pueda tener tan mala suerte de que alguien sospeche de él por llevar un abrigo de esa manera.
34 grados centígrados en Santiago, se mete al metro y empieza a mirar.

Nada probable, nadie tan pajarón. Se siente perseguido. Mil rollos por su pequeño cerebro, imaginado que lo cazan y se seca en la cárcel. "No, eso no pasa en este país". "Tranquilo".

Entra en un vagón y se ubica al final, para poder mirar bien. "Ya, ahí está, ésta es la mía..."

La mujer, absorta en la conversación con su amiga, parecía no darse cuenta de nada.

"Esta hueca está buena para abrirle la cartera, con la chaqueta aquí, bien enrollada, nadie notará nada, menos ella, la muy huevona".

Se acerca y escucha la conversacion, para saber si es interesante y que estén las dos bien concentradas en el tema y no en él.

Difícil no notarlo, en todo caso, es un gordo enorme, un metro ochenta, mínimo, muy joven, con carita de niño y de aturdido a la vez. Unos dieciseis, diecisiete años, quizá.

La mujer se corre al sentirse tan pegada al cuerpo del tipo, era molesta esa sensación de un desconocido tan cerca de ella.

Cuando el ladrón vuelve a acercarse, ella, que no era tan tonta como él pensaba, le tira la chaqueta al suelo, gritándole "¡hijo de puta, creíste que me ibas a robar a mí!"

Por lo menos quince personas en el vagón y nadie hacía nada. ¿Falta de personalidad? ¿Vergüenza? ¿Innecesario? ¿Sería rasca meterse?

Le arrebata la mochila y se la revisa, tratando de encontrar algo de su pertenencia. El tipo no podía reaccionar, la miraba con esa típica expresión del huevón tímido que trató de dárselas de choro y no le resultó, evidentemente.

La mujer gritaba e insultaba, tratando de no perder demasiado la compostura, "no vaya a haber algún conocido".

El pseudo ladrón trató de quitarle SU mochila, pero ella lo impidió y más encima, le pegó un puñete. Le saltaron las lágrimas al humillado y se abrió la puerta en Tobalaba.

"Qué suerte", pensó, "aquí hay tanta gente que no me podrán pillar nunca".

La mujer le tira la mochila y le grita ladrón de mierda, mientras una pareja de carabineros lo agarra por los brazos al verlo con acusadora cara de huevón arrancando.